martes, 9 de febrero de 2016

Un señor del Ampurdán: Josep Pla


No cabe duda de que Josep Pla merece estar y con letras mayúsculas entre los personajes que con su trayectoria personal y su obra periodística y literaria forman parte de la Tercera España. En su dilatada vida fue testigo privilegiado del comunismo soviético, del ascenso del fascismo, del advenimiento y caída de la Segunda República, de la guerra civil , del franquismo y la transición. Detestaba el totalitarismo, sea del signo que fuese, y aspiraba a una vida tranquila donde imperase la libertad y el orden fruto de la responsabilidad ciudadana. Su escepticismo, cargado de sentido común, le hacía rechazar las grandes promesas y no creía en más paraíso terrenal que en el de una buena mesa. La poética y la política de lo cotidiano marcarán su peculiar forma de entender la vida, la literatura y la sociedad.
Nacido en Palafrugell (Gerona) en 1897, e hijo de una familia de modestos propietarios rurales, asiste muy joven a la Peña del Ateneo barcelonés donde compartiría tertulia con Josep M. de Sagarra, Eugenio d'Ors o Francesc Pujols. De esta época juvenil proviene su admiración por Pío Baroja y la influencia de Alexandre Plana, amigo y maestro de juventud, al que atribuyó nada menos que su decisión de alejarse del amaneramiento noucentista y apostar definitivamente por "una literatura para todo el mundo" basada en «la inteligibilidad, la claridad y la sencillez». Muy joven, y tras licenciarse en Derecho, realiza sus primeros trabajos como periodista, primero en Las Noticias y poco tiempo después en la edición nocturna de La Publicidad, de línea progresista próxima a Acció Catalana. Comienza así su andadura como corresponsal que le llevará a recorrer la geografía europea: París, Madrid, Portugal, Italia, Berlín.




Consecuente con su catalanismo moderado, ingresa en la Lliga Regionalista y en 1921 es elegido diputado de la Mancomunitat de Catalunya en su comarca natal. El tono de sus artículos se hace cada vez más comprometido y en 1924, a causa de un artículo crítico con la política militar en el Protectorado español de Marruecos, sufre un proceso militar que le impide regresar a España en los años siguientes. Exiliado en París conspiró con algunos de los principales opositores catalanistas a la Dictadura de Primo de Rivera, como Francesc Macià. Continúa viajando por Europa (Unión Soviética, Reino Unido) y en 1925 publica su primer libro, Coses Vistes –una recopilación de descripciones paisajísticas, narraciones breves, retratos literarios y evocaciones autobiográficas– con el que obtuvo un gran éxito de crítica y público, y que se agotó en una semana. Se trataba de un buen anticipo de su estética: «escribir sobre las cosas que he visto».
A finales de 1925 se publicó su segunda obra –Viatge a Rusia–, escrita a partir del viaje de seis semanas a la URSS en compañía de Eugeni Xammar y acogido en casa de Andreu Nin. Fueron varios los intelectuales que por estos años acuden a la URSS: André Gide, Ángel Pestaña, Fernando de los Ríos, Walter Benjamin, Alfred Fabre-Luce, George Duhamel El contacto directo con el socialismo real le reafirmará en sus convicciones contrarias al socialismo:

“Yo siento gran respeto por el socialismo, porque siempre se equivoca. Sistemáticamente. Aún no han visto que cuanto más cerca vive la gente, unos de otros, más se odia y menosprecia. Es un sistema de libros iluminístico, que no tiene relación alguna con la auténtica naturaleza humana.”

“La revolución, salida de los flancos de un pasado de mil años de esclavitud, es la criatura informe, el mugido, el grito delirante de un mundo de tortura. El parto ha segregado una enorme cantidad de dolor”

“Los comunistas siempre son dos, y su misión es vigilarse mutuamente…El socialismo no puede subsistir sin convertirse en un régimen policial”


La fascinación intelectual por los absolutos ideológicos venía dada desde el siglo de la Ilustración porque solían ofrecernos un futuro perfecto, aunque de momento tuviese un precio a sangre y fuego: las generaciones del presente eran ofrecidas para construir el ideal de un paraíso en la tierra. Es definible un racionalismo abusivo que pretende atormentarnos con una incesante preocupación por las imperfecciones de la sociedad. Comunismo y fascismo son pues las dos caras de una misma moneda “pocas veces, en el curso de la historia, se habría dado un período más largo y más intenso de locura general y progresiva, de bestialidad más cruda, de salvajismo primigenio” , comenta Josep Pla.
Pla no hace distingos en la perversión de las ideologías y líderes totalitarios:

“He visto muchas veces a los grandes criminales de nuestra época con mis propios ojos: Mussolini (en Milán y Roma), Hitler (en Berlín y Numremberg), Troski (una vez en París). No he visto nunca a Stalin, que quizás era el mayor criminal. Todos han sido redentoristas, han querido arreglar el mundo, y cuanto más lo han querido arreglar, más lo han destruido, atormentado y asesinado”.



Y es que Pla es uno de los pocos intelectuales que presenciaron de cerca la naturaleza de los totalitarismos del siglo XX. Fue el único corresponsal español en la Marcha sobre Roma que supuso la llegada al poder de Mussolini. Pla constata de inmediato la auténtica naturaleza del fascismo y el nazismo:

“Los fascistas han liquidado la oposición valiéndose de procedimientos de dictadura, impropios de un pueblo que aspira, según ellos, a regir, en fecha próxima los destinos de Europa”

“Resulta realmente angustioso pensar que haya tantos millones de seres humanos que sufren por el mero hecho de haber existido Hilter”


Según el escritor Valentí Puig “el menosprecio de Pla hacia Mussolini tiene como consecuencia el respeto hacia la figura de Benedetto Croce, aunque no esquive la tentación de ironizar sobre el hegelianismo de derechas, tan inteligible como el de izquierdas…Toda religión del Estado le resultaría un atentado contra el individualismo y la complejidad de la naturaleza humana”. En efecto, en Notes del capvesprol, Pla acusa a los totalitarios de ir más allá que los utopistas que generaron ríos de sangre: “Han querido crear un arrasamiento general, para poner encima un mundo nuevo y nunca visto”.
En 1927 regresa a España y comienza a escribir en La Veu de Catalunya, el periódico de la Lliga, de tendencia liberal-conservadora. Inició entonces una relación de mecenazgo con Francesc Cambó —líder del catalanismo moderado—, cuyas famosas tertulias frecuentó asiduamente y del cual publicó poco después una biografía política muy favorable al personaje, por entonces enfrentado a los sectores republicanos e izquierdistas.



En abril de 1931, la misma mañana de la proclamación de la República, es enviado a Madrid por Cambó como corresponsal parlamentario de La Veu y se convierte en observador directo de los primeros días del nuevo régimen. El dietario madrileño de esos meses, de gran valor histórico, está recogido en su obra Madrid. El advenimiento de la República. Permaneció en la capital de España durante casi todo el periodo republicano (1931-1936), ejerciendo de cronista parlamentario, lo que le permitió relacionarse con las élites políticas y culturales españolas. Pla, que no era ni antirrepublicano ni antimonárquico, sino un pragmático que buscaba la modernización del Estado, manifestó en un primer momento cierta simpatía por la República: cree que el nuevo sistema político puede cuajar en España si se consolida siguiendo el modelo de la República Francesa, aunque poco a poco se va desencantando con el curso que toman los acontecimientos hasta considerarlo una completa «locura frenética y destructora».

“Es curioso realmente ver al pueblo de Madrid con un churro en la boca, los ojos llenos de curiosidad, una sonrisa de fiesta en la cara, mirando cómo sale la humareda del convento”.
“En Madrid hay un sector republicano que está haciendo todo lo posible por volver a la dictadura. Es un sector que sólo cree en una cosa: el catastofrismo como método de gobierno”
“En España, un gobernante no es más que un opositor momentáneamente triunfante que aplica y realiza sus ideas de oposición. Esto explica por qué en España nunca se gobierna por alguna cosa, sino que se gobierna siempre contra alguna cosa. Nunca se gobierna integrando, sino diferenciando”.
“Las Cortes del Frente Popular fueron el preludio dialéctico –indefectible- de la guerra civil. La Primera República originó la tercera guerra carlista. La Segunda República originó la guerra civil de este siglo. Las Cortes del Frente Popular crearon un bando de la guerra civil”.
“La Segunda república hizo algunas cosas buenas y muchas cosas pésimas, pero nunca se quitará de encima haber originado, por falta de cultura histórica de sus dirigentes, inseparable de todo sentido político, la fabulosa guerra civil de este siglo”.
“Desde las Cortes de Cádiz el progresismo, o sea, la izquierda no ha creado más que fanáticos”




Alegando razones de salud, abandona un Madrid convulso y muy peligroso pocos meses antes de comenzar la guerra civil española. Tras llegar a Barcelona, tiene que huir al ser amenazado por pistoleros de la FAI. Es septiembre de 1936 y abandona Cataluña en dirección a Marsella en compañía de la noruega Adi Enberg. Adi Enberg trabajaba para SIFNE, el Servicio de Información de la Frontera Noreste, un servicio de espionaje franquista financiado por Francesc Cambó. Continúa su exilio en Roma, donde escribe por encargo de Francesc Cambó buena parte de la monumental Historia de la Segunda República Española, publicado en 1939, y que Pla se negaría a reeditar y a incluir en sus Obras Completas.
En otoño de 1938, Adi Enberg y Pla se desplazan a Biarriz y desde ahí logran llegar a San Sebastián e incorporarse a la España franquista. En enero de 1939 entra en Barcelona integrado en las tropas franquistas, junto a Manuel Aznar y otros periodistas. Entre febrero y abril de 1939, en que acaba la guerra, se convierte en subdirector de La Vanguardia, bajo la dirección de Aznar.
Desbordado por la marcha de los acontecimientos de la inmediata posguerra y ante el fracaso imprevisto de su proyecto en La Vanguardia, se retira al Ampurdán en una suerte de exilio interior y se separa de Adi Enberg. En septiembre de 1939 publica su primer artículo en Destino, el semanario que sus amigos catalanes crearon en Burgos y en el que empezará a escribir semanalmente unos meses después, desde febrero de 1940. Sus críticas a la nueva España franquista nacen de la decepción de quien pensaba que podría haberse abierto una etapa ilusionante tras el desgarro de la guerra civil:

“La guerra fue una pesadilla, llena de esperanzas. En la posguerra la pesadilla es considerable, y esperanza no queda ninguna…Da la impresión de que éramos contemporáneos de los Reyes Católicos y que de un momento a otro veríamos pasar por la calle a Felipe II…Cuanta más miseria y confusión hay, más fraseología imperial”
“En el año 1940 hasta los árboles parecían manoseados…La peña del Ateneo ha desaparecido. No se publica ningún libro en catalán. Todo ha quedado desbaratado y oculto. Barcelona no tiene el menor interés: ni los cines, ni los teatros, ni las salas de exposiciones, ni la vida social. El descenso provincial es remarcable. Todo va de baja. El país es dirigido por la economía del Estado. Los granujas son los amos. Las autoridades quieren redimirnos. La producción de retórica que decantan sobre el país es notable. Nadie hace caso”


Son los años en que viaja por su comarca natal, redescubre sus paisajes y sus gentes, sus pueblos pequeños y, por supuesto el mar. Publica sus dietarios con el título El cuaderno gris, una obra maestra de la literatura catalana que fue traducida al castellano por el entonces poeta falangista Dionisio Ridruejo.



Realiza magníficos reportajes para Destino en sucesivos viajes a Francia, Israel, Cuba, Nueva York, Oriente Medio, América del Sur, la Unión Soviética... De Israel, por ejemplo, dejó un testimonio único de sus primeros años de existencia como Estado: lo visitó en 1957, arribando a Tel Aviv en uno de los barcos procedentes de Marsella, que iban cargados de ilusionados judíos procedentes de la diáspora. Llegó durante la construcción entusiasta de las ciudades y asombrosas infraestructuras hebreas en pleno desierto.
Ya en los años 50 inicia la preparación de sus obras completas, tarea a la que se dedicará de lleno también durante la década siguiente. Revisa toda su obra (Viaje en autobús, Dietario, Un viaje frustrado, La calle Estrecha, El cuaderno gris, Contrabando, las crónicas periodísticas...) y la somete a una ciudadosa revisión estilística que lo define como escritor. Mientras tanto, resurge poco a poco la cultura en lengua catalana, al tiempo que el antifranquismo nacionalista le va marginando, pese a ser ya entonces el escritor más leído en lengua catalana: no le perdonan su apoyo a los franquistas durante la guerra civil, ni su convivencia aparentemente no conflictiva con el régimen. Pla era partidario de una evolución pacífica y ordenada hacia la democracia, sin rupturas traumáticas. Sin embargo, como ha observado Xavier Pericay, traductor y especialista de la obra de Pla, su correspondencia con su editor Cruzet demuestra el relevante papel que tuvo Pla en la resistencia cultural contra el régimen.
Con todo, su actitud desdeñosa hacia la izquierda política y hacia algunas figuras políticas y culturales catalanistas hizo que, al igual que sucedió con Dalí, la cultura progresista le negase el pan y la sal en forma de premios (fue controvertida la negativa a concederle el Premio de Honor de las Letras Catalanas, la máxima distinción política concedida a los escritores en Cataluña), le alejasen de su revista de toda la vida (Vergés vendió Destino a la Banca Catalana de Jordi Pujol, que le censuró un artículo crítico con la Portugal revolucionaria, y Pla abandonó la revista en 1976, tras 36 años de colaboración semanal ininterrumpida) y no se le reconociese completamente su valía hasta varios años después.
No obstante, a pesar del vacío que muchos le hacían, y ya con 80 años, no por ello dejó de expresar su opinión, en esos primeros años de la Transición: «La izquierda ha hecho siempre lo mismo: su aberración de la realidad del país la mantiene, como siempre, en su ignorancia antediluviana. Hablan mucho, pero no dicen nada. [...] Quieren ante todo ganar las elecciones y, una vez sentados en sus poltronas, hacer todo lo contrario de lo que han prometido.» (Notes del capvesprol, 1979)
Con todo, un año antes de morir en 1981 en su Ampurdanet natal, Josep Tarradellas le impuso la Medalla de Oro de la Generalidad de Cataluña. Les dejo con la primera parte de la entrevista que el mítico periodista Joaquín Soler le hizo para televisión en 1976



5 comentarios:

Anónimo dijo...

Como siempre me sorprendes gratamente porque nos acercas personajes que únicamente conocemos de nombre y nos llaman poderosamente la curiosidad por sus opiniones , que , en ocasiones, son muy distintas de las siempre utilizadas politicamente segun convenga. Saludos

Alfaraz dijo...

Fernando,
tu selección de textos de Pla creo que es muy buena y representativa. Todo esto me pilla en una etapa en la que me interesa todo lo que escribió el ampurdanés... que no es poco.

Salu2

Fernando Alvarez Jurado dijo...

Gracias, Alfaraz. Por cierto, enhorabuena por tu blog Hispaniarum. Me interesa todo lo que publicas. Está muy bien enfocado y escrito con estilo. Saludos

Anónimo dijo...

https://elpais.com/ccaa/2014/09/13/catalunya/1410642648_499856.html

Miguel dijo...

En opinión Pla no representa esa tercera España. Entiendo "tercera España" como aquella que se mantuvo equidistante de ambos bandos durante la guerra civil. Ese no fue el caso del ampurdanés Pla, ya que mostró explícitamente su apoyo a los rebeldes. En mi opinión, Josep Pla sería más bien un franquista desencantado o decepcionado. Seguramente influiría bastante en esa decepción el menosprecio absoluto de la cultura catalana a partir de la victoria franquista, pero se me hace difícil pensar que una persona de la talla del ampurdanés no imaginara que eso sería así. No lo creo tan ingenuo.
Un saludo.